Una tarde invernal mancuniana típica y gélida de 1997 caminaba con mi amigo Diego De La Guardia por Oxford St y me dirigí sin dilación hacia el Cornerhouse. "Chacha, ¿donde vas? no es por ahí" "Pues al Cornerhouse. Claro que es por aquí" "Wonderpretty, bonita, Titanic es de Odeón, no es de Cornerhouse" "Ay, Diego, yo pensaba que tú eras de Cornerhouse y no de Odeon" "Nadie es perfecto linda". Me guiñó el ojo, me puso esa cara sonrisona que sabe hacer taaaaaan bien el maldito y para Cinemas Odeon que nos encaminamos yo arrastrando el alma y los pies y él saltarín y resoluto encantado de la vida de ver al Di Caprio. Me reí mucho. Me gustó cero pelotero. Pero estaba pasando la tarde con Diego y su alegría contagiosa y, a veces, no se le puede pedir mucho más a una tarde de invierno en Manchester.
El Cornerhouse fue mi vida cálida y cultural durante los fríos años que pasé en Inglaterra. El sonido Mancunian del que tanto se chotea mi amigo Ivo estaba en su momento más floreciente pero nunca he sido de ir sola a bares musicales o conciertos. No tenía ni una pound de normal. Y si tenía alguna iba destinada íntegramente al cine. Hice piña con los incondicionales del bello edificio (se rumoreaba que antigua casa de putas) reconvertido en cine y nos empezamos a citar para ver cine-cine. En versión original. En sonido y olor original. Sin putas palomitas. Compartiendo previo a la película un te con un carrot cake en la planta de arriba cuando el dinero se podía estirar o tenías una cita con ese chico que te gustaba tanto o esa amiga que te querñia regalar conversación. Mis acompañantes a todo tipo de emociones y películas fueron Mario Yarto, Kris Garate, Marco Aurelio Cristancho Ardila (ese nombre-hombre inolvidable) Xavi Bech de Careda y mi hermana Cris, pollico, Cruz. Recuerdo entrar muy emocionada el estreno de Trainspotting, no entender una mierda del inglés y salir casi llorando pues llevaba mil años viviendo pegada a escocia, joder. Recuerdo los "Spanish Film Festival" donde durante una semana nos ponían las películas patrias, las de estreno de ese año y clásicos también. Comprábamos el pase semanal y echábamos la tarde entera (sobre todo Mario y yo, los demás no se tragaban tantas películas sin importar el tema, solo por el gustazo de hacerlo). Una tarde hicimos una mes redonda con Fele Martinez en la cafetería del Corner. Éramos diez personal. Acabábamos de ver Los amantes del cirulo polar y yo estaba literalmente loca de atar por Fele. Mi novio, inmortalizó aquel momentazo revelando la foto muy a regañadientes. Aún hoy mi cara es sencillamente indescriptible. La de Fele es de angustia vital tras el chorreo de preguntas de fan loca que le solté minutos antes.
Esta mañana me he encontrado con la foto que ilustra este post en la revista que recibo cuatrimestralmente de Triodos, mi banco. Y el corazón me ha hecho bum en la barriga. Es Enric Pérez. La mirada que veis aquí es la misma que vi yo cuando le conocí. Pasión por el cine. Pasión por su trabajo. Amor y disfrute. Cuando llegué a Barcelona detrás de mi amor fotógrafo me instalé en una ciudad fría, desconocida y sobre todo no muy amigable. No conocía a nadie. No tenía mi pandita de Corner para ir a ver cine. Tenía unos horarios anormales para los mortales corrientes pues trabajaba en la recepción de un hotel. Tardé muy poco en sacar cabeza y averiguar donde estaban los Renoir Cuatro Caminos (Madrid) y Cornerhouse (Manchester) de mi vida en esa nueva ciudad. El barrio de Gracia me conquistó por la calle Verdi. El Verdi (sobre los Renoir de Floridablanca o los Icaria de la Villa Olimpica) me conquistó por dos motivos. Pertenecían a Europa Cinemas (como el Corner) y me regalaron la anécdota más cálida y bonita de mi primer año de vida en Barcelona.
Me dirigía al cine sin saber lo que echaban. Paseaba por el hall y recogía las preciosas hojas (ahora ya no te las puedes llevar con lo que me gustaba coleccionarlas) que explicaban el argumento, entrevista al director, filmografía, datos curiosos, influencias externas, de las películas en exhibición. Me iba al bar de al lado y decidía cual iba a ver. Una tarde un hombre deambulaba por el carrer Verdi. Parecía alguien como yo. Alguien que va solo al cine y hace tiempo disfrutando en las cercanías de la emoción de la anticipación del disfrute cinematográfico. Entabló conversación conmigo y me acabó preguntando que como es que iba sola al cine. "¿No tienes ningún chico que te acompañe?" Preguntó risueño. Yo le contesté que al cine iba sola porque quería y que no necesitaba de nadie para disfrutarlo. Muy en mi estilo estúpido cuando una pregunta me pilla con la guardia baja. Aquel particular día me sentía muy sola en Barcelona y ese chico no había querido ir conmigo. Sonrió y me dió dos entradas. "Toma. Para cuando quieras venir con alguien. O para venir dos veces más sola" La película que yo estaba por ver empezaba ya y me tuve que precipitar dentro del cine. Él se quedó fuera y retrocedí para preguntarle a la taquillera "Perdone, ¿Quien es ese hombre?" "El propietario de los cines" contestó sonriendo ella.
Volví dos veces sola con aquellas entradas. Me lo encontré tres o cuatro veces más. Hablábamos o nos saludábamos. Me dió un par de entradas más alguna vez. Y luego, los novios, el niño, la vida, me fue alejando de ese cine. Este verano he vuelto a ir cuatro veces con tres personas distintas y una vez sola. Inaguré mi retorno a los Verdi con la maravillosa Searching for Sugar man, tan grande que volví un mes después acompañada para volverla a disfrutar con un amigo. ¿Carisimo el cine? Lo carisimo sería quedarme sin el amor que saco de cada película que ha iluminado mi vida desde esa y otras pantallas
Feliz de volver a estar. Feliz de ser. Feliz de haber vuelto a estar y ser. Gracias por leer, disfrutar de los miércoles de en medio de las vidas.
Foto de Enric Pérez sacada de la entrevista http://www.triodos-elcolordeldinero.com/entrevista_det.php?id=11