lunes, 19 de enero de 2015

Mira que llegas a ser monísima

El ser monísima es como el ser guapísima o cualquier otro -ísima exacerbado. Para quien lo padece, etiquetada por el prójimo, es, una carga dura de llevar. Puede que no lo parezca ya que el "ser mona" es un piropo escala media sin gran peso. Sería peor estar más buena que el pan, por supuesto. Ese piropo no lo querría yo ni borracha. Parece que si te lo dan cargas con una orden de alejamiento por parte de ellos y de odio furioso en verde envidia por parte de ellas. Pero el limbo de los medios piropos y las medias verdades también son difíciles de navegar y manejar.

A estas alturas de mi vida tendría que estar acostumbrada. Me deberían resbalar las opiniones de otros sean buenas o malas. No afectarme. Que aunque exista la opinión o no (la terrible indiferencia), mi trato y mi actitud no variara dependiendo de ella. Pero soy humana. Tengo carne. Tengo corazoncito de carne (lo peor!!). Y afecta.

Cuando alguien es muy monísimo, cuándo ni te crees lo que puede llegar a hacer por ti, te saltan a la yugular dos sombras que acechaban. Una, esa persona está colada por ti. O dos, es así con todo el mundo. Tú no eres especial. Y sopesando esas dos sombras te alejas y te pierdes o te lanzas en demasía y la descolocas. La monería es especial. No todos lo son. Se ve en la cara de los demás. Es la descripción de una persona que dando igual cómo sea físicamente, le pondríamos una nota entre 6,5 y 7,5. Nuestra vecinita del cuarto B. Pero, además, tiene una luz que le hace ser un 10 de entrada. Te apetece que esté a tu lado. Que al despertar te de a ti los buenos días. Que de esos tres guasaps diarios personalizados que gasta, uno sea para ti. Porque sabes que no hace cortar y pegar. Porque ella es demasiado monisima para desgastarse copiando y pegando. Que cuando escribe algo público, lees entrelineas y sabes que eres tú de quien habla. Que si lo preguntas, la tonta encima, se ponga roja y te diga que si. Y luego se ponga a la defensiva y diga "Si, ¿que pasa?". Y eso es lo que reciben de la monísima los demás. Su luz y su monería. Y oye, les alegra el día o la hora nocturna que toque y está francamente bien. Yo tengo varias personas monísimas en mi vida y me alegran el alma.

¿Qué le pasa a la monísima? Que no puede evitar ser así. Que lo es. Que le sale solo desde dentro empujando hacia fuera. Que a veces contra su propio querer, eclipsa al otro o a la otra. Que a veces los otros y otras quieren dejar de estar a su lado porque hay que estar muy seguro de uno mismo para asumir una monísima de la muerte en tu vida. Que le es muy fácil contactar con caminantes pero no tanto seguir el camino juntos. Que deslumbra y ciega y entonces no la ven en su realidad. Que solo ven la monería y no las oscuridades de su alma y que cuando salta lo oscuro entonces no gusta tanto, normal, y además sorprende y mucho. ¿Qué puede hacer la monísima? Seguir exactamente igual que siempre, dando lo que le sale sin calcular en gastos o ruinas. Ser ella contra vientos y mareas. Asumir la luz y la sombras y saber ver con alegría que muchos se han ido pero los que se quedan son oro. Y más vale unos pocos lobos elegidos que el reino lleno de corderos. Que dejarse morder por unos siempre es más gratificante y retador que dejarse balar por los otros.

Conclusión final del blue mondays este de los huevos: Mañana es martes y en el camino nos encontraremos, arrieros.

Amen (como siempre y para siempre... sin tilde)

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Pere Gila